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Hundimiento general

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Llegan a mi ordenador sucesivos correos sobre el caso de un occidental (escandinavo) al que el tufo le llegó demasiado tarde a su cabeza acorazonada: se había casado con una china hace siete años, creándose un vástago de ambos, y poniendo todos los bienes, cuentas y negocios a nombre de la que será la mala de esta historia. Que en este caso no sobra aclarar que para que haya una mala hace falta un gran imbécil. Y él, que ahora deambula por el filo de la navaja, cuesta abajo y sin frenos, lo ha sido. Y poniendo todo su esfuerzo.

Al amor en China le queda de pureza lo que a la tableta de chocolate del lineal del súper: menos del 1%. Y los hombres y las mujeres empeñados en ver lo que no existe: ni un viejo se casa con una modelo por su gran corazón, ni una jovenzuela se ata a un anciano por su eterna bondad. En las bodas ya sólo ganan los abogados. Hasta hace poco el cura de turno. Y en China, ellas, sabiondas del arte de administrar y evadir.

China, con sus leyes memorablemente ultra racistas, incita a la extorsión en toda regla. Ejemplo: un extranjero si quiere montar una empresa en China que para empezar acoquine 100.000 euros; sin embargo para un nativo que desee abrir el mismo tipo de negocio, que se rasque del bolsillo 3.000 euros. De risa, ¿no? Y por ello el cándido danés cedió todos sus bienes a la dama que supo muy bien como entonar los ‘te quieros’. Hoy ella tiene la casa, el negocio, el dinero y niño; y muy probablemente ya tenga otro hombro donde urdir un nuevo plan. Y espérate que no lo eche de China. Que conque disponga de un buen contacto, ese ‘guanxi’ pagado con el esfuerzo del propio marido, me veo al escandinavo atiborrándose a ansiolíticos tras pasar por media docena de platos televisivos daneses contando su violenta torpeza: confiar en una anaconda.

Ya son miles los casos de estafa por parte de las concubinas ambiciosas que detectan demasiada permisibilidad democrática en los trágicos occidentales, desdentados mentales que aplican el mismo quid que las telenovelas de tarde. Y así les va. Que se vuelven a casa de mamá, semi desnudos, con cuatro monedas de curso legal, y unas depresiones siempre cubiertas por la seguridad social correspondiente.

Debe saberse, a los que tanto gusta aclarar que “China es otra cultura”, que si en Occidente mentimos incluso habiendo mamado del catolicismo, no les digo aquí lo que engañan, hecho al que no le dan la más mínima importancia. Si a eso sumamos que ‘arrepentimiento’ tampoco es palabra traducible al chino mandarín estamos ante un caso claro de país con complejidades varias para entablar relaciones de cualquier tipo, ya sean amistosas, amorosas o laborales.

Mientras calibraba el agujero donde se haya metido el escandinavo, salí de nuevo a pasear dándome de bruces, a no más de doscientos metros de mi hotel, con la estampa que cuelga de esta historia. En ella, lo que debió ser un río, es hoy un amasijo de grúas oxidadas que destripan a otros barcos aún más oxidados desprendiendo la carga de aquella manera; porque el agua, que algún día tuvo que ser azul, hoy es marrón mierda, prueba del quince del avance del ser humano, que lo mismo convierte en cáncer un río de aguas transparentes que se jode la vida por creer en el amor a cualquier precio. Y a lo mejor se conocieron hasta por internet. Vete tú a saber.


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